lunes, 21 de junio de 2010

"ME BURLO DE ELLOS PORQUE SON TODOS IGUALES" (1)

Apago la bombilla que ha hecho de mis miembros oculares algo despreciable; y por un tiempo pareciera que la de mi vida también se apaga porque me acuesto con el sinsabor de no saber si a la mañana siguiente mi órgano vital seguirá latiendo por sí solo o dejará en la noche el cansancio de andar por un mundo en el que no es apetecido. Antes de hacerlo, encuentro que en aquel extraño casillero de mi memoria ronda el recuerdo vivo (¿acaso su corazón no ha dejado de latir?) de la frase según la cual mi vida debería ser una sonrisa atada a un par de palos que le permitan moverse libremente: “Se burlan de mi porque soy diferente; me burlo de ellos porque son todos iguales”

Tú deberías despertar asombrado porque has logrado sobrevivir a la hoz de aquella compañera que te acecha cada segundo de tu vida, de hecho no podría alguien nombrarse vivo omitiendo que en ese mismo instante podría morir. Pero no, despiertas siempre igual, intentando borrar de tu oído la frecuencia que te hace dirigir la atención hacia tu progenitora, quien alaba y le da gracias al ser con el cual ya no te interesa debatir si existe o no, pues a la larga te estorba. Pero yo, sobresaltado, escucho un par de segundos aquel animal, que al menos esta noche, pudo luchar para que no aminorase su paso aquella compañera de bata negra y humeante, denominada muerte.

Intento recobrarme del letargo casi letal provocado por la noche, y al final logro salir de ese estado lamentable en que no sé diferenciar la realidad del sueño. Las huellas de lo que mi inconsciente me puso hace un par de horas, quizá minutos, quizá segundos; empiezan a confundirse entre sí y a medida que el reloj marca el paso se van volviendo cada vez más vagos. Intento fallido es reconstruir aquellos juegos mentales, pero afortunadamente (¿o tal vez desafortunadamente?) la frase que me acompañó a hundirme en la noche aún retumba mi sien como un martillo incansable.

Me daré cuenta más adelante que la realidad de este mundo concupiscente empieza a acomodar la frase…y alguna vez rayando en clase mi desordenado cuaderno de una materia que no es para todos, o que esos todos quieren y hacen que así sea; escribí que la verdad consiste en una relación estrecha entre la palabra y la realidad que esta enuncia. Tal vez sí, soy diferente, soy anormal, soy a este mundo un desacomodado, un estorbo, una cabeza que sobresale de la multitud y que por tal debe ser podada para evitar inconvenientes.

(y supongo que al igual que mi vida…esta historia continuará)
Autor: David Rincón Santa

jueves, 17 de junio de 2010

SCRIPTUM ET LECTUM, ERGO SUM

(ESCRIBO Y LEO, LUEGO EXISTO)

“Cogito, ergo sum” o trasladado a nuestro curioso idioma: “Pienso, luego existo”, una de las verdades pronunciadas, explicadas y casi demostradas por una de las genialidades que ha pisado la faz de este mundo en el que hoy vivimos, aunque sin duda con unas costumbres un tanto distintas. Y digo casi demostrada, porque la filosofía no es como la ciencia que pretende demostrar lo que a su paso se pone a partir de unas premisas y una seria de observaciones para llegar a una verdad universal que parezca indiscutible tanto ante los científicos, como ante los no científicos.

Me refiero a Descartes, quien en resumidas cuentas intentó construir su propio edificio del conocimiento, y empezó dudando de lo que a sus sentidos se presentaba. Por eso según él, la prueba de la existencia no radica en percibir sino en pensar; he allí una explicación simple y básica acerca de la verdad que pronunció en uno de los pisos de aquella construcción que emprendió tal hombre hace un par de siglos.

Dicho lo anterior, declaro que la intención del título de nuestro blog, “Escribo y leo, luego existo”, no es rebatir a Descartes ni entrar a proponer una nueva teoría epistemológica. El sentido de esta frase radica en apostar a dos de las acciones básicas en nuestra vida que han sido tan olvidadas en estos tiempos donde una web con “cara de libro” parece cobrar más importancia que un buen libro para leer o un simple cuaderno para escribir.

¿Escribir?, será de suponer que no me refiero a rayar un papel con unos trazos vacuos que representen las palabras de un idioma maltratado, malgastado y mal usado. He aquí la escritura como forma de expresión; como el mecanismo que nos permite hablar de una realidad nauseabunda; criticar un par de siliconas destinadas a sostener un marido hedonista o, el par de lados en los que se abre una biblia que habla de amor y del cual el hombre produce guerras. La escritura como forma de demostrar que existimos en este mundo, que aún nuestra voz no se ha callado, que aún nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. Y aún luego de que nuestra efímera existencia termine, quedará prueba de ésta por las palabras que plasmamos en un papel, o en una nada que no podemos rasgar pero que podemos darla la orden “Delete”.

¿Leer?, ¿te enloqueciste?, ¿acaso no es más interesante llenar un muro blanco y azul con un millón de comentarios entre los cuales le dices a tu peor enemigo que lo amas ? Nos podemos dar cuenta de alguien porque escribe, ¿pero podemos acaso notar la existencia de alguien porque lee? Ese no es el hecho, pero podría decirse que la razón de la escritura radica en la lectura. Al autor pronunciar la frase “he escrito…” parece que alberga la esperanza de continuarla diciendo “…y alguien lo ha leído”, aunque resulte la jocosa circunstancia de que ese alguien sea él mismo. Le apostamos pues a la lectura como la forma en que podemos conocer las mentiras itinerantes de este mundo o las verdades permanentes de un mundo mágico inventado por nosotros para escaparnos al horror de esta fatídica realidad.

Autor: David Rincón Santa