lunes, 25 de octubre de 2010

ESTA NOVELA PASA MAÑANA



“En cambio, la vida urbana de Iberoamérica es el espejo fiel de una situación generalizada de injusticia económica y de deformación social”

Carlos Fuentes


A partir de la literatura creo fehacientemente en la transformación de la sociedad, partiendo primero que todo de la crítica, directa o indirecta, a la actualidad. Tal vez por eso la obra que pretendo criticar me atrapó sin siquiera conocerla, me enteré de que hacían referencia a los falsos positivos. ¿Y esto qué tiene que ver? En mi opinión, raya en lo increíble, que un escritor mexicano se sienta más comprometido con la realidad de mi patria, que la cantidad de periodistas y novelistas inútiles que ha parido esta tierra. Me atrae raramente aquello que critica, sobremanera aquello que critica lo que tengo más cerca.


A continuación se presenta un comentario crítico de la última obra de Carlos Fuentes, Adán en Edén. En la obra se yuxtaponen dos historias de dos personajes que comparten el mismo nombre, el mismo del primero hombre, Adán. Gorozpe se encarga de mostrar el arribismo característico de la clase media latinoamericana, quien a su vez es intimidado y perseguido por Góngora. Una obra encargada de mostrar las no tan aparentes incongruencias de la forma como funciona el poder y la política, conjugada con la historia personal de un protagonista. La lectura se encuentra atravesada por un eje fundamental de la cultura: la fe, componente humano que atraviesa una fuerte crisis en la actualidad.


Esta obra de Fuentes resulta desde muchos puntos de vista, bastante rica. Para comenzar, me parece pertinente resaltar la crítica literaria del autor, y la introducción de la misma en la obra criticada. En el capítulo inicial de Geografía de la novela Fuentes desarrolla una idea del siguiente tipo: la esencia de la novela consiste en decir aquello que aún no se ha dicho, territorio mucho más vasto que aquel en el que ya todo está dicho y consignado, “La novela ni muestra ni demuestra al mundo, sino que añade algo al mundo”.

Por otro lado, en el mismo capítulo habla acerca de la importancia del lector, en tanto es quien crea el libro. Una obra literaria no es nada sin alguien que la lea. Por eso “Hay lectura. El lector es el desenlace”. De ahí que el valor de la obra leída desemboca en el gran significado que adquiere para el lector, como acercamiento a la realidad mexicana, y la misma como mapa a escala de Iberoamérica.

Por otro lado, la vida del personaje principal de la obra se encuentra dividia en dos: la personal y la profesional, ambas narradas desde una maravillosa primera persona. Digo maravillosa, porque no hay nada como sentirse identificado con el personaje, o por lo menos sentir que el lector es una especie de personaje, no como en aquellas obras con narración omnisciente en las cuales nos convertimos, los lectores, en pequeños diosesitos que creen saberlo todo.

La vida personal pone al lector a reflexionar ampliamente sobre el arribismo, no solo en México. Casarse con alquien para hacerse rico, es tirar por la borda la verdadera felicidad. De ahí que Adán tenga una relación extramatrimonial. La cual sin embargo, tiene algo de injusticia, pues ella sabe absolutamente todo de él, mientras él apenas conoce de ella su nombre. Pero tal situación es fascinante, “¿Por eso nos llevamos tan bien? ¿Porque sólo vivimos en el presente, para le presente?”: “Amantes del momento. Amantes sin pasado”.

Por el lado de la vida profesional se hae mención a su nombre para hablar de su creación: las Gorozpevillas. Porciones de ciudad en las cuales se encarclea y se reconcentra la miseria para limpiar la ciudad. Esto parece un poco descabellado, aunque el toque verdaderamente terrible lo pone su contrincante: Adán Góngora. Este sí que es un despiadado, un inhumano, un cruel animal que con tal de mostrar cifras y de hacer la ciudad más segura, se encarga de represar miles de personas que nada tienen de peligrosas, y de asesinarlas como a ratas, “Estos seres a los que ahora apresa, encarcela y maltrata acusándolos de vagos, malhechores y lacras sociales, cuando todos saben que la mayoría son gente de clase media media o media baja que perdió empleos, ahorros, apartamentos y no tuvo más remedio que venirse a vivir a las ciudaes perdidas de los aledaños de la capital.”

Allí parece dibujarse la imagen del presidente colombiano que acaba de abandonar el poder luego de ocho años de seguridad y sangre. A él y a su ministro de defensa, hoy presidente de Colombia, se les atribuye el gran invento encargado de aumentar la cifra de guerrilleros muertos para demostrar la efectividad de su programa de seguridad. ¿Y dónde está la gota de petróleo que contamina estas aguas? Pues que desgraciadamente, muchos de los supuestos guerrilleros, son jóvenes humildes que nada tienen que ver en el conflicto, que tuvieron la desdicha de nacer en un país encargado para marginarlos, y si cuentan con mala suerte, asesinarlos con tal de hacer de ésta, una patria más segura.

Civiles que un día no regresan a la casa y que resultan muertos vestidos de guerrilleros, ¿”falsos positivos”? ¡Qué inhumanidad!, además de todo lo hacen sonar bonito. En la novela uno de los personajes atraviesa la difícil situación de tener un hijo inocente asesinado por el Estado para demostrar seguridad, y dejado en la impunidad. Fuentes aprovecha para meter la cucharada y recordar el lado oscuro del expresidente Uribe, y del presidente Santos:

Recuerdo que en Colombia se dio el caso de los llamados “falsos positivos”, o sea ejecuciones extrajudiciales de jóvenes presentados como guerrilleros con el propósito, mortalmente estadístico, de demostrar que la fuerza pública actuaba con eficacia contra la guerrilla. Cuando no se capturaban guerrilleros, se improvisaban cadáveres de jóvenes inocentes y se presentaban como “guerrilleros” –como eran jóvenes muy humildes, se los devolvían a sus familias. ¿Quién iba a protestar? ¿Quién iba a demandar? Mi jardinero tampoco.”

Por último me parece fundamental hablar del eje que atraviesa toda la obra: la fe. Y no sólo la obra literaria, sino la historia de México y de toda la cultura Iberoaméricana. Debido a que “Andamos sin rumbo. Hemos perdido la fe en todo”, se hace necesario un Niño Dios que le abra los ojos a la gente, y para darle el toque final, una Virgen de Guadalupe que confirme ese gran mito, esa gran mentira, la existencia de santos.

Primero, al tal Niño Dios es un niño común y corriente, que se encarga de hacer reflexionar a las personas mostrándoles lo inmanente, que este mundo va cada vez más en decadencia; cosa que cualquiera de nosotros podría hacer a la perfección si observara un poco la realidad. Y por último satiriza al máximo la fe, poniéndole como condición de funcionamiento y credibilidad el dinero que esta tanto detesta y rechaza. ¡Qué gran ironía, qué gran realidad!: “...la causa del Niño y la Virgen requiere no sólo fe, cuñado, sino dinero. Lana. Morlaca. Pesos y centavos para propagarse. Eso, por desgracia, no lo da Dios.”


El hecho de que la obra tenga unas escasas 178 páginas no aminora su gran calidad. A pesar de que algunos detalles dejan al lector “mirando para el techo”, es decir, sin explicación o interpretación alguna; la profunda y ácida crítica que se hace a la sociedad, a la política, a los insulsos valores familiares, a la seguridad, al papel de la literatura, a la religión, y a la estúpida fe, todo esto y aún más hace de Adán en Edén, una obra digna de estar en una biblioteca, y aún más: en las manos del lector que la crea y le dá valor.