A continuación se plantean los postulados básicos de la propuesta filosófico-política de John Locke, conocido como el padre del liberalismo político.
En la época de Locke (S. XVII) ocurrían dos hechos políticos enigmáticos que motivaron la aparición de las teorías políticas modernas: la concepción y el surgimiento de los Estados tal como hoy los conocemos; y la guerra entendida como un desastre económico y un símbolo de violencia humana.
Ante estos hechos surge lo que Max Weber denomina teoría legitimadora del poder legal-racional: el contractualismo. Éste se entiende como una hipótesis, una teoría o un argumento que pretende explicar racionalmente por qué aparece la guerra y; el surgimiento y la función del Estado político. Tal corriente se opone a la monarquía absolutista y a la teoría del derecho divino.
En su obra Segundo ensayo sobre el gobierno civil (16660-1662) Locke plantea una ingeniosa ficción para explicar la situación previa a la aparición del Estado político. Tal ficción se denomina estado de naturaleza.
En el estado de naturaleza los hombres se encuentran en total libertad e igualdad. Se hallan regidos por una ley natural reconocida por la razón, lo que permite a su vez el reconocimiento de unos derechos naturales, es decir, que todos nacemos con los mismos derechos. Algunos de éstos son el derecho a la vida, a la propiedad, a la movilidad, y a no ser torturado.
Según lo anterior, en tal estado los seres humanos deberíamos ser felices y vivir en completa armonía. Pero, dado que los seres humanos tenemos deseos y pasiones (ansias de tener más de lo que nos corresponde, por ejemplo) entonces unos seres violan los derechos naturales de otros y se cae en el estado de guerra. La posibilidad de llegar a la guerra existe debido a que no hay una autoridad que lo impida, controlando las pasiones de los seres humanos.
Entonces aparece el nodo de articulación entre el estado de naturaleza y el Estado político, el paso del uno al otro: ¿cómo salir de la guerra? La respuesta dad por Locke es: creando el Estado político. La razón de ser de éste, es por lo tanto reconocer y proteger los derechos naturales de los asociados, y por ende, evitar la guerra.
¿Asociados? Sí, Locke replantea (antes, Hobbes lo había planteado de otro modo) la creación del Estado político como un acuerdo necesario y voluntario entre los seres humanos para garantizar sus derechos naturales sin necesidad de recurrir a la fuerza, e impedir su violación. A esto se le denomina contrato.
Los principios básicos del Estado político, o Estado liberal, son cuatro: una autoridad central reconocida; un juez supremo; la separación de poderes; el derecho a deponer el mal gobierno.
Para terminar este pequeño escrito, me interesa detenerme en este último principio planteado por Locke, para poner en duda o en reflexión la situación actual mundial, latinoamericana, colombiana, regional, local o institucional.
Un gobierno que viola o permite la violación de los derechos naturales de sus asociados está yendo en contra de su misma razón de ser, y por ende, se considera como un Estado injusto o ilegítimo. De este modo, si los asociados consideran que un gobierno es ilegítimo, están en su pleno derecho de rebelarse contra éste y de deponerlo.
¿Desaparecer? Sí, debe entenderse que el Estado no es una cosa natural, sino un invento de la cultura, del hombre, y por tanto puede cambiar o desaparecer. No desaparecer por capricho o rebeldía infantil, sino porque está incumpliendo su razón de ser, porque está rompiendo el contrato “firmado” por sus asociados para lograr un beneficio común, no una violencia mayor.
De modo que no pretendo responder las siguientes preguntas, sino ponerlas a su consideración para que reflexionen. ¿Por qué soportamos un mal gobierno? ¿Por qué no nos rebelamos contra los que violan nuestros derechos, siendo ellos mismos quienes deberían garantizarlos? ¿Por qué en esta república soportamos la corrupción, los crímenes, los atropellos, la satisfacción de los intereses privados y el pisoteo de los colectivos? ¿Por pereza, miedo o desinterés? ¿Por qué nos quedamos callados como si no pasara nada?
Ah, se me olvidaba lo que comentaba Vladdo (2002) en una de sus caricaturas: “En Colombia como en Macondo nunca pasa nada: todo se repite”.
David Antonio Rincón Santa
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